martes, 31 de marzo de 2015

Exconvento de Santo Domingo de Guzmán, icónico edificio de la Heroica Izúcar de Matamoros

*Reseña leída durante la bendición de los trabajos de restauración el 30 de marzo de 2015 y contando con la presencia de Mons. Víctor Sánchez Espinosa, Arzobispo de Puebla.

Mucha de la historia y de sus protagonistas en nuestra ciudad  han pasado por los macizos y gruesos muros del exconvento de Santo Domingo, edificio con poco más de 400 años de antigüedad y que para nuestra alegría sigue tan “vivo” como cuando los frailes dominicos con el trabajo de los nativos de la entonces Itzocan lo edificaron. No fue una casualidad que los hijos de Santo Domingo seleccionaran Izúcar para construir su convento, la ciudad, porque el mismo Hernán Cortes así la describe, era un importante centro comercial y bastión del poderoso imperio azteca. Los documentos de la orden dominica enlistan de manera oficial al convento para 1541 siendo su primer vicario o encargado Fray Luis Rengifo, aunque se sabe que el primer religioso que estuvo en estas tierras fue Fray Francisco de Mayorga. Para 1550 se concede un repartimiento de indígenas para construir el edificio que actualmente vemos pero sin duda ya había una construcción previa, de la cual contamos con restos arqueológicos conservados bajo algunos cristales a manera de ventanas en ciertos puntos del actual convento. Reporta el cronista dominico Hernando de Ojea que quien dirigió la obra constructiva fue un religioso también Fray Juan de la Cruz, a él también le atribuye la dirección de los conventos de Tetela del Volcán y Coyoacán. De Izúcar el influjo dominico se extendió por toda la región, testimonios de esto son los restos de antiguos conventos que todavía podemos observar en Tepapayeca (Tlapanalá), Tilapa, y Ahuatelco (Cohuecan). Para mediados del siglo XVII ya pasada la época propia de evangelización, el convento izucarense quedó insertó en la provincia poblana de San Miguel y los Santos Ángeles, de esta época data la sorprendente galería pictórica con personajes de la orden de Predicadores que enseñorea el claustro. Para 1755 los frailes deben dejar el convento y la parroquia, que entonces era denominada de naturales, en manos del clero de la diócesis angelopolitana, el primer párroco secular fue don Andrés Pérez de Velazco. Al ya no haber una comunidad viviendo el edificio resultó grande para las necesidades de un párroco y su familia y por ende los usos se diversificaron. Ya para el siglo XX, el convento fue utilizado como cuartel militar y en dos épocas como escuela, a cargo de religiosas franciscanas y josefinas; también se sabe que por algunos años las religiosas compartieron el inmueble con los militares. El incendio del templo en diciembre de 1939 representó un momento triste para los izucarenses, los daños fueron cuantiosos pero nulos en la antigua parte conventual; en la reconstrucción del decorado de la otrora iglesia dominicana se destaca el liderazgo del cura don Arturo Márquez Aguilar, de feliz memoria para Izúcar. Desde hace varios años el uso primordial del edificio ha sido servir como sede del trabajo de evangelización de los grupos parroquiales, siendo de uno de ellos la Adoración Nocturna del que surge la primera iniciativa formal para rescatar la riqueza arquitectónica y artística del convento. En 2010 se realizó una primera etapa de restauración y entre el año pasado y éste se ejecutaron dos más, con las cuales mediante un trabajo profesional y supervisado en todo momento por el INAH se ha devuelto mucho del esplendor que debió haber tenido la casa dominica de Izúcar; podemos seguir comentando más de la historia y arte plasmado en sus pisos, muros y techos pero es mejor verlos en vivo. Hoy debemos sentirnos orgullosos por estos trabajos pero sobre todo comprometidos a cuidarlos, este bello lugar fue levantado para gloria de Dios y hoy su uso primordial debe seguir siendo ese, pero sin olvidar que como un patrimonio de los izucarenses y de los mexicanos también es importante que se conozca, pues de esta manera seguirá siendo un medio de evangelización tal como lo pensaron aquellos pioneros frailes dominicos.